EL HOMBRE OBJETO Y SUJETO DE LA AUTORIDAD
O EL MOTÍN DE TLAZAZALCA DE 1707.
Por Córcoles.
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Juan Jacobo Rousseau esbozó una distinción entre súbdito y ciudadano: En cuanto súbditos, los hombres que integran la población háyanse sometidos a la autoridad política y, por tanto, forman el objeto del ejercicio del poder; en cuanto ciudadanos, participan en la formación de la voluntad general y son, por ende, sujetos de la Autoridad.
Si aplicamos esta teoría a los habitantes de Purépero, concluiremos en que ahora ya somos sujetos de la autoridad y no objetos, aunque estemos lejos de ser sujetos calificados, por nuestra pasividad e ignorancia de la ley.
No me ocupo a los hombres de hoy, sino de los que por 252 años fueron objetos de la autoridad de Tlazazalca y no sujetos.
Purépero se llamó “sujeto” de nuestra vecina de 1579 hasta 1831 sin ser más que objeto.
Mientras que Yurécuaro, Tanhuato y Aramutarillo (ahora La Piedad) se independizaron del Partido cuya cabecera era Tlazazalca en 1707, por una circunstancia que narro en seguida, Purépero siguió siempre fiel a las autoridades eclesiásticas y políticas de la circunscripción, con modesta obediencia, como anoté, hasta 1831, en que se gobernó por si mismo, cuando las autoridades de Valladolid lo designaron municipio en lo político y Vicaría en lo eclesial.
He aquí la circunstancia desgraciada que en 1707, provocada por el alcalde mayor de Tlazazalca, Don Diego López de Peramato, que para castigar a los indios mandó rapar a sus autoridades.
Con su acción el alcalde mayor provocó la indignación de los indígenas que se amotinaron en contra de la autoridad política del lugar sin que nadie lograra calmarlos.
El encargado del curato, Félix de Jasso, logró calmar los ánimos de los amotinados. Sacó el Santísimo, con la intención de tranquilizar a los hombres-objeto de su autoridad.
El resultado, cuentas las crónicas, fue una lluvia de piedras contra ambas autoridades que tuvieron que refugiarse en la Piedad hasta 1719.
En ese año, don Lucas de Jasso y Payo, cura de Tlazazalca, se regresó a la cabecera, pero no logró que hiciera lo mismo la autoridad civil, que permaneció desde entonces en La Piedad.
Yurécuaro y Tanhuato, se quedaron desde entonces con la Piedad por comodidad, segregándose de su antigua cabecera.
Mientras que nuestros abuelos, sumisos y muy obedientes, silenciosos, permanecieron allí hasta que Dios quiso: 1831.
Esta versión del Mitin de Tlazazalca lo tomé del P. Miranda en su libro. Yurécuaro. El autor se apoya, a su vez, en Castillo Pérez, a quien no he leído.
La Versión conocida desde tiempo inmemorial, es distinta: narra que el sacerdote maldijo a sus fieles y que por ello, nuestra vecina no progresaba.
Aunque esta narración no es una fábula, me atrevo a deducir de ella una moraleja: “ Puréperenses, hay que ser sujetos del Municipio, pero no objetos”.}